Tras un desgaste sin fundamento de nuestra comunicación
se asoma la añoranza de sus irreverentes palabras de paso.
Luchando con la nostalgia esta noche se siente a escondidas
el recuerdo de su mirada, esa que
encerraba tristeza por no estar donde su
corazón deseaba, esa ultima que quebró la valentía de la mía.
Organizando mis alegrías encuentro su sonrisa, mi
sonrisa; la que nunca nos faltaba, así doliera esta historia, así el destino no
compartiera nuestros ideales; así la distancia tuviera mas peso que el
sentimiento.
Uniendo mis fuerzas de poquito, reconozco que no hay
mayor fortaleza que la de nuestros
abrazos, que encerraban en minutos nuestras vidas, acobijando la esperanza que huyo en un ultimo intento.
Tanteando mis deseos, encuentro en mi memoria la extinta
fase de promesas que se asilaron en tu corazón, las que me toco adivinar para
luego callar.
Se me antoja escuchar sus tantas palabras, como decir que
mis manos son grandes; aquella dicha la primera vez que vertió en un papel sus
letras para mí.
Buscando herramientas para mi nueva vida tropiezo con su
amor, ese que me enseño a respirar con suspiros, el que me educo en nuevos
mundos, el que no le falto caricias presenciales para existir, el que
experimento lo no vivido; el que solamente tú y yo demostramos sin terceros.
Sentada en la nada queda el frio que alguna vez visione
en nuestras tantas pláticas, en las que anticipe un silencio sin previo aviso,
el que creíste que no fuera capaz de lograr; un adiós que no se emitió pero que
se sobre entendió.
Autor: Daviana Alvarado
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